jueves, 22 de agosto de 2013

Protegido Por La Oración

Oremos sin cesar...
Por Cheri Fuller

El misionero se levantó y se preparó para dejar el campamento donde había pasado la noche. Iba camino a la ciudad a comprar suministros médicos. Apagó su pequeña fogata, se puso la mochila al hombro y se subió a su motocicleta para continuar el viaje a través de la selva africana. Cada dos semanas hacía ese viaje de dos días para sacar dinero del banco y comprar las medicinas y los suministros necesarios para el pequeño hospital donde él servía. Cuando completaba esos recados, se volvía a subir en la motocicleta para iniciar el viaje de regreso.
Cuando el misionero llegó a la ciudad, recogió su dinero en el banco y los suministros médicos e iba a comenzar el viaje hacia su casa, cuando vio a dos hombres peleando en la calle. Dado que uno de los hombres estaba herido de gravedad, el misionero se detuvo, le curó las heridas y compartió el amor de Jesucristo con él. Entonces el misionero comenzó su viaje de regreso, deteniéndose de noche otra vez en la jungla para acampar.
Dos semanas más tarde, como era su costumbre, el misionero hizo su viaje a la ciudad. Mientras hacía sus recados, un hombre joven se le acercó. Era el mismo hombre al que había ministrado en su viaje anterior. “Yo sabía que usted llevaba dinero y medicinas”, le dijo el hombre, “así que con mis amigos le seguimos en la jungla después que me ayudó en la calle. Nuestro plan era matarlo y llevarnos todo el dinero y las medicinas. Pero justo cuando nos acercamos y lo íbamos a atacar, vimos a veintiséis guardias armados que lo rodeaban y lo protegían”:
El misionero respondió: “Usted debe estar equivocado, yo estaba solo cuando pasé la noche en la jungla. No había ni guardias ni nadie más conmigo”.
“Pero, Señor, yo no fui el único que vio a los guardias, mis cinco compañeros también los vieron. ¡Los contamos! Había veintiséis guardas que lo protegían, demasiados para nosotros. La presencia de ellos nos impidió que lo matáramos”.
Meses más tarde, el misionero relató esta experiencia a la congregación de su iglesia en Michigan, E.U.A. Mientras él hablaba, uno de los hombres presentes se puso de pie y lo interrumpió para preguntarle la fecha exacta en que había ocurrido el incidente en la selva. Cuando el misionero identificó el mes y día de la semana, el hombre le contó “el resto de la historia”.
“La noche de ese incidente en África, era de mañana aquí en Michigan, y yo me encontraba en el campo de golf. Estaba a punto de realizar mi tiro al hoyo cuando sentí un fuerte impulso de orar por usted. La urgencia fue tan fuerte que me fui del campo de golf y llamé a algunos hombres de nuestra iglesia para que se unieran a mí aquí mismo, en este santuario, para orar por usted. ¿Podrían todos los hombres que oraron conmigo aquel día ponerse en pie?”
El misionero no estaba preocupado de quiénes eran los hombres; estaba muy ocupado contándolos, uno por uno. Finalmente llegó al último. Había veintiséis hombres, el número exacto de “guardias armados” que había visto el atacante frustrado.

* Tomado del libro "Una Luz en la Noche" del Dr. Dobson y su esposa Shirley, pág.32-33

No hay comentarios:

Publicar un comentario