jueves, 5 de septiembre de 2013

¿Me Quieres?

por Park York

Este viernes me levanto temprano, como todos los días a preparar el café y un batido con proteínas. Escucho las noticias en el televisor con el volumen bajo en el rincón. Mi esposa Flossie, todavía duerme.

Un poco después de las ocho, ella comienza a despertar. Le traigo el batido a la cama, le pongo el sorbete en la boca, y le toco levemente la mejilla mientras ella comienza a beber. Poco a poco, el líquido disminuye.

Me siento allí, sosteniendo un vaso, pensando en los últimos ocho años. Al principio, ella sólo me había alguna pregunta incoherente o que venía al caso; por otra parte era normal. Durante dos años traté de averiguar qué era lo que la aquejaba. Ella se volvió más agitada, inquieta, defensiva; estaba constantemente cansada y no podía llevar una conversación.

Finalmente, un neurólogo diagnosticó la enfermedad de Alzheimer (una especie de demencia). Dijo que no estaba seguro, un diagnóstico correcto se podría hacer solamente examinando el tejido cerebral después de la muerte. No existe una causa conocida para esta enfermedad y tampoco se sabe cómo curarla.

Matriculé a Flossie en un asilo de ancianos, pero ella deambulaba y salía de la propiedad. La medicamos para mantenerla calmada. Tal vez por haber recibido demasiado de cierta medicina, sufrió un ataque epiléptico que la dejó mucho peor: letárgica, incontinente y sin poder hablar claramente o cuidarse a sí misma. En forma gradual, mi angustia se convirtió en resignación. Desistí de todos mis planes de viaje cuando me jubilara, recreación, visitas para ver a los nietos, la época de oro con que sueñan las personas mayores.

Los años han pasado, y mis días se han convertido en una rutina, demandante, solitaria, y en la que parece no haber logros que medir. Flossie ha perdido fuerzas y peso, bajó de 57 kilos a 39. Me tomo tiempo para trabajar con un grupo de apoyo y para asistir a la iglesia, pero las necesidades diarias me mantienen dando de comer, bañando, cambiando pañales, cambiando las sábanas, limpiando la casa, preparando comidas, vistiéndola y desvistiéndola, y haciendo las cosas que una enfermera y ama de casa hacen, desde la mañana hasta la noche.

Ocasionalmente, una palabra brota de los confusos procesos del cerebro enfermo de Flossie. A veces es algo que tiene sentido, o el nombre de un familiar, o el nombre de un objeto. Una sola palabra.

Este viernes de mañana, después que ella termina el batido, le doy jugo de manzana, y después le doy un masaje en los brazos, y acaricio su frente y sus mejillas. La mayor parte del tiempo tiene los ojos cerrados, pero hoy me mira, y de pronto su boca forma dos palabras seguidas.

“¿Me quieres?”

Su pronunciación es perfecta y habló suavemente. Quiero saltar de alegría.

“Por supuesto que te quiero, Flossie”, le digo, abrazándola y besándola.

Y así, después de meses de silencio total, ella ha formulado la pregunta más sincera que puede hacer un ser humano. En un sentido, habla por la gente en todas partes: los que están esclavizados por el pecado, la adicción; los que sufren hambre, sed, enfermedades mentales, dolor físico, las personas asustadas, débiles, que le tienen temor a la respuesta, pero que están lo suficientemente desesperadas como para formular la pregunta.

Y, Flossie, yo puedo contestarte aún de forma más específica. Puede ser difícil para ti entender lo que está sucediendo. Es por eso que estoy aquí, para ministrarte el amor de Dios, para darte entereza, consuelo y alivio. Las mías son las manos que Dios usa para hacer Su trabajo, de la misma manera que usa las manos de otras personas en otros lugares. A pesar de nuestras debilidades, tratamos de hacer que las personas se sientan libres, bien y felices, bendiciéndolas con esperanza para el futuro mientras les traemos batidos de proteínas cada mañana.

* Tomado del libro "Una Luz en la Noche" del Dr. Dobson y su esposa Shirley, pág.42-44

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